Datos, desnivel y cabeza: rutas que han cambiado mi forma de pensar
Cuando me preguntan por qué alguien que se pasa el día entre servidores, código e inteligencia artificial necesita irse al Pirineo los fines de semana, la respuesta fácil es "para desconectar". Pero es mentira. No voy a la montaña a desconectar, sino a reconectar, y sorprendentemente, la experiencia tiene mucho que ver con los datos y la gestión de proyectos complejos.
El GPX como hoja de ruta del proyecto
Antes de hacer una cima, la analizo. Miro el mapa topográfico, estudio el desnivel acumulado, los puntos de agua y las zonas expuestas. Descargo el archivo GPX y lo visualizo en 3D. Esta fase de "pre-producción" es idéntica a la arquitectura de software. Si empiezas a caminar (o a programar) sin saber dónde está el collado, te acabarás quemando a mitad de la subida.
La montaña me ha enseñado que el dato no es el objetivo, sino la herramienta. Saber que quedan 400 metros de desnivel positivo no hace que la subida sea menos dura, pero me permite gestionar la energía. En el trabajo, los KPIs hacen lo mismo: no resuelven el problema, pero te dicen si tienes que acelerar o si puedes descansar.
La lección de la "Pájara" (Gestión de recursos)
Hay un momento en toda ruta larga donde el cuerpo dice basta. El azúcar baja, las piernas pesan y la cabeza te dice que des media vuelta. En ciclismo y trekking lo llamamos "coger una pájara". Superar este momento es puramente mental y estratégico: comer, beber, bajar el ritmo y poner un pie delante del otro.
En el mundo tecnológico, esto es el "Deployment Hell" o el momento crítico antes de un lanzamiento. Cuando todo falla y el equipo está agotado, la actitud de montaña se impone: no mires la cima, mira solo el siguiente paso. Resuelve el siguiente error. Y después el siguiente. La resiliencia se entrena en los caminos, no en las oficinas con aire acondicionado.
El Silencio Analógico
Vivimos en una economía de la atención donde las notificaciones son constantes. A partir de 2.000 metros de altura, a menudo la cobertura desaparece. Este silencio no es vacío; es espacio. Es en estos momentos de monotonía física —caminar, respirar, caminar— donde el cerebro, libre de inputs digitales, empieza a procesar en segundo plano los problemas complejos de la semana. Las mejores ideas de arquitectura de sistemas que he tenido nunca no han sido delante de una pizarra blanca, sino bajando del Puigmal o pedaleando por la Cerdanya.
Conclusión: Somos máquinas biológicas
Optimizamos servidores, limpiamos código y entrenamos modelos de IA, pero a menudo olvidamos hacer el mantenimiento de nuestro propio hardware. El trekking, con su mezcla de datos (rutas, tiempos, pulsaciones) y naturaleza salvaje, es mi sistema de *Reboot* semanal. Y os aseguro que el lunes, el código sale más limpio.